Microrrelatos del amanecer

  • 21.04.2020 09:35

    La mujer del mando

      En seguida me llamó la atención su extraña forma de caminar. Perecía deslizarse sobre ruedas, pues sus piernas proyectaban, en mecánicos movimientos circulares, rápidos pasos de tai chí. Al desplazarse, su sobresaliente cabeza se abría paso entre las gentes como un periscopio sobre un mar de...

  • 19.04.2020 18:07

    Más allá de la cima

    Cada día, cuando al final de la carrera alcanzo este tramo en pendiente, ya sé que el objetivo está cumplido: voy a llegar a la meta. Y además de hacer ejercicio habré disfrutado...   Pero el último tramo siempre es duro. Por mucho que haya reservado fuerzas para él, siempre me resulta...

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Microrrelatos del amanecer

  • 31.07.2021 20:23

    El alguien

     

    Le costó darse cuenta de que no se hallaba dentro de una foto. Lo primero que le hizo sospechar fue el centelleo del avión que transitaba lejano a través del nocturno cielo marino. Luego se percató  del fondo sonoro de grillos animosos; de la brisa que le acariciaba la base del cuello, justo en la zona en que éste se sumergía en la camiseta y de las risas y chillidos de los niños vecinos jugando a la pelota en la calle, a pesar de la hora.

    Todo lo demás permanecía estático y en silencio. Sin respiración: la línea resplandeciente de la costa, el reparto de sombras y siluetas de las casas del pequeño pueblo, las antenas, las baldosas de la terraza en que se hallaba…

    No. Aquello no se trataba de una foto. Alguien que se hallaba en su cuerpo era capaz de darse cuenta y profundizar en la observación. El mismo alguien que quiso ahora mirar hacia los lados y hacia arriba y que reparó en la palmera leonada  que le vigilaba sin decir nada ( le calculó una altura de unos veinte metros). Elegante y de fino talle, recordó haberla visto bailar en días pasados burlándose del viento huracanado, mientras él trataba de sujetar las sillas y la mesa del terrado.

    Y tras la palmera, el cielo estrellado. Estaban las de siempre. Aunque tan solo conocía, pese a la sostenida relación, algunos de sus nombres: Cenit, Polar, Vega… Sin embargo, ellas, si parecían conocer a aquel alguien. A juzgar por la familiaridad de su mirada.

    El alguien pensó sobre ello. Sobre todo ello: La palmera, las voces, las antenas… Todo lo que le envolvía y los sentimientos que le suscitaban. Definitivamente, confirmó, se trataba de un ser encarnado en un cuerpo que no formaba parte de foto alguna. El mismo cuerpo que no quiso seguir escuchando más a aquel alguien y se lo llevó a la cama en cuestión de minutos.

     

     

     

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Miguel Cabeza