El árbol en flor

29.05.2021 07:37

El árbol florecía, cada año, a finales de mayo. Alto, elegante, diferente. Su porte y el color ocre de sus flores de pelusa marcaban su distinción.

Cuando él lo miró, sintió pena. Con la maleta en la mano preparándose para ir al hospital, por un momento dudó si volvería a verlo en su esplendor. No quiso dejarse inundar por la tristeza y fue a buscar el coche, a las doce empezaría la operación y debía llegar allí al menos dos horas antes. Eso le habían dicho.

Lo siguiente fueron los besos de hasta luego, dejar la ropa colocada en la taquilla, ponerse el pijama y esperar que viniesen a buscarlo.

Conforme a lo previsto, a la hora exacta, llegó el celador con su camilla de ruedas. De ahí al quirófano.

Luego llegaría el fatídico error del cirujano, la consiguiente semana de angustia, la aproximación de la muerte inesperada, la avioneta de urgencias rumbo a Barcelona, la nueva operación de urgencia y el inicio de la segunda oportunidad.

Ahora, veinte años después, el hombre miraba el árbol en su esplendor y se preguntaba por qué había sido mejor no morir aquel aciago día ya lejano. No llegaron respuestas inmediatas, pero lentamente del silencio empezaron a surgir burbujas de luz: pensó en su mujer, en sus hijos, sus nietos, su perra, su árbol, las otras plantas del jardín… Pensó también en las noticias que llegaban del mundo sufriente y en la gente que luchaba por mejorar la vida de los otros. Se acordó de todos los que le habían ayudado a él. También de las historias de su vida mal cerradas… Las sensaciones interiores se mezclaban y, aunque no podía llegar a precisar el origen de un sentimiento que sobresalía, lo reconoció: agradecimiento. Y supo, que si algo bueno había hecho en su vida, era ser capaz de leer sus días, como páginas de un libro abierto. No le habían hecho falta grandes aventuras, sólo sentarse a leer cada mañana intentando disfrutar con cada capítulo, aunque cada vez notaba con más fuerza que la vida le reclamaba aprender a escribir el camino elegido a la vez que lo leía. A partir de ahora, sólo así podría construir creativamente el puente hacia el destino deseado.

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Miguel Cabeza