El reservista georgiano

13.08.2010 13:36

 

- ¿En qué piensas?

- Uf, Ana... Pues le daba vueltas a cómo empezar una historia que hace tiempo me revolotea la cabeza... Pero sólo sé el final... No consigo hilvanar un argumento, una trama.

- ¿Quieres decir que en el desenlace se guarda toda la enjundia de una historia que no conoces y que ahora te quieres inventar para poder presentarlo?

- Sí y no. Porque el final fue tan real como estos instantes que compartimos ahora. El final fue el momento en que una madre georgiana llama al teléfono móvil de su hijo y, al otro lado del hilo, una voz seca, fría y desconocida le dice que su hijo "No puede coger el teléfono porque está muerto aquí, tirado en el suelo, en una calle de Tsjinvali".  Quiero decirte que la historia ya se escribió… La escribió la vida. Lo que yo necesito es saber cómo tejer los diferentes hilos que al final presentan la llamada de la madre, la voz que responde, el viejo tanque T-72 carbonizado…

-Me sorprendes. Con este día azul radiante, este mar que irradia alegría, el bañito que nos espera y ¡la fantástica compañía! ¿Cómo puedes estar pensando en esas cosas ahora?

Javier se quedó mirándola cariñosamente, a la vez que apretaba el móvil que sostenía en su mano derecha…

-No sé. Tal vez porque ahora iba a llamar a mi hija para felicitarla y de repente he recordado que hace justo dos años, minutos antes de llamarla para lo mismo, acababa de leer el suceso del que te hablo en un diario y me impactó… Supongo que he tenido algún tipo de reflejo condicionado…

-Ya…

Y así era, ya hacía justo dos años que la madre georgiana había perdido a su hijo, reservista de la caballería motorizada. Se la imaginó ahora en esta triste fecha, recordando ante la fotografía de su querido niño las últimas palabras que le habría escuchado. Palabras que todavía hoy tañían con fuerza en su corazón: “No te preocupes mamá. Nos han dicho que sólo nos llaman para ir a darle un susto a los osetios”.

Ana, no quiso saber más y volvió a ensimismarse en su lectura dejando a Javier perderse en el laberinto de sus pensamientos. Sin embargo, una pequeña estela de color llegó inesperada en su auxilio, indicándole a éste un posible camino de salida. Por unos momentos el débil reflejo de la avioneta que cruzaba el cielo se deslizó sobre la mesa acristalada de la terraza del hotelito y, como si le estuviera marcado un rumbo, acabó por esconderse bajo el pequeño ordenador portátil que descansaba sobre la mesa.

-Ana ¿Aquí hay internet? – le preguntó, entonces, Javier.

-Claro – le contestó ella sin levantar la mirada- ¿Vas a curiosear un poco para tu historia?

-Sí, creo que sí…

Las primeras palabras de búsqueda que a Javier se le ocurrieron introducir fueron: ”Osetia, Georgia, 2008, agosto, guerra”. De inmediato se desplegaron ante su atenta mirada decenas de entradas y empezó a sobrevolar sobre ellas. Extractos de noticias, blogs, trabajos periodísticos… ¿Cómo podría encontrar la crónica que buscaba? Buscó en hemerotecas digitales, pero, tal vez por no estar ducho en este tipo de búsquedas, sólo encontró entradas con un máximo de antigüedad de un año. Se entretuvo luego en la wiquipedia, recordó datos… Y siguió leyendo aleatoriamente ¡Qué oscuros intereses se habían mezclado en este absurdo conflicto! Continuó con la crónicas de los dramas osetios. Tremendas historias circulaban ante su vista… Pero no la que él buscaba. Él buscaba una historia concreta. Quería recordar a la madre, a su hijo, al T-72 carbonizado… Entonces introdujo una nueva búsqueda: “mujer- teléfono móvil –Osetia – Georgia -2008 – Tsjinvali”… Y ahora sí. Ahí estaba su historia.

¡La crónica que buscaba! Y era el pintor abstracto Ushang Kozáiev de quien  se recogían las siguiente palabras:

<Kozáiev dijo haber comprobado en persona el equipo de los georgianos en Tsjinvali, concretamente en el cruce de la calle Octubre con la calle Moscú, donde había "dos tanques carbonizados y cinco o seis georgianos muertos". "Los cubrimos con una lona porque nos daba pena verlos allí en medio de la calle sin que nadie se los llevara". "Los cadáveres tenían unos teléfonos muy modernos. Y uno de ellos sonó cuando estábamos allí. Era una mujer que hablaba en georgiano y que preguntaba dónde estaba Gueorgi, su hijo". "Está muerto aquí, en la calle de Tsjinvali", fue la respuesta que oyó la mujer. Al otro lado del hilo, la voz se convirtió en gemido. "La mujer, que era medio georgiana y medio osetia, dijo que su hijo era un reservista y que se lo habían llevado para asustar un poco a los osetios.>

-Ana…

-¿Qué? ¿Encontraste algo?

-Sí, aquí está. Sin duda, algún día escribiré una pequeña historia. Hace dos años que llevo el sollozo de esta madre clavado en el corazón…

-Bueno… Así eres tú.

Javier, miró al mar, levantó su copa de vino y le ofreció su compasión a todas las victimas del absurdo, a todas las madres, a todos los hijos…

Buscó de nuevo su móvil para felicitar a su hija sin poder evitar que durante unos instantes le inundara el pánico al imaginarse que le contestaba una voz fría y desconocida: “su hija está aquí, muerta en la calle…” Pero una voz juvenil le devolvió el azul a su corazón despejado: “¡Hola, Papá…! ¡Qué mayor me he hecho! ¿No te parece?".

Share |

Volver

Contacto

Miguel Cabeza