Impacto levitatorio I. Enamorados ingrávidos

29.11.2009 12:54

A punto del rojo aceleras, aceleras... En el semáforo, su bici destrozada...
No te dio tiempo a frenar
Sacudes rítmico su esternón,
sabes bien como hacerlo
y combinas dándole vida
desde el bombeo de tus pulmones
sobre sus labios puente
percibiendo que vuelve, que vuelve
Y sus manos en tu nuca
atrapan, acarician, secuestran
sin sorprenderte
Todos corren, cierran el círculo, oscurecen el ruedo, nos dejan sin aire
Se eleva, me elevo
flotamos
La gente murmura asustada. Son estela
A la altura del tercero enciendo un ojo y compruebo
que el niño deja los caballitos y llama a la madre,
tras los cristales nos señala, y ella corre al teléfono
Sin alterarme yo continúo despojándola de sus prendas,
que caen en dulce vals desplazadas como juguetonas cometas asilvestradas
Le lamo las heridas tiernamente
Desnudos, a la altura del ático, todos los balcones llenos...
Chillan, fotografían, se asustan, se esconden, rezan
Nunca vieron nada igual
Enciendo unos instantes el otro ojo y reparo en mi coche
allá abajo, sobre su bici...
Mientras, me mira con dorados y turquesas a la vez que me monta despacito...
dibujando estrellitas sobre mis espaldas ingrávidas
La ciudad ya se pierde y siento el paso húmedo de besos cálidos como caracoles
explorando los territorios lumbares
Levanto mi mano derecha hasta alcanzar la raíz de sus cabellos
y atraigo la frondosidad hacia mi pecho
A la altura del crepúsculo ya sólo nos unen las minúsculas caricias de su yema indice
sobre mi talón izquierdo
Las islas se encienden e intuyo las costas peninsulares

Núbeas velas fundidas en deriva hacia los irisados tintos  del poniente

Nos reclaman  las tibias corrientes aéreas

Ahora soy yo quien se aproxima y busca ladearla, quedamente
Y siento la emoción de la brisa marina cuando mis palmas recorren
sus laderas absorviendo plenitudes
Al llegar los helicópteros, nos rodean, nos iluminan...
permanecemos indiferentes
Somos inabordables
El piloto parece enfadarse
y suenan los altavoces: “ya señores, tenemos que cerrar”
Sin separar las miradas
recogemos nuestras cosas
Nuestros amigos ya no están
Sólo queda el camarero y los del grupo musical
Te pregunto si tienes donde llevarme esta noche
y me dices que hay un sitio para mí en tu cama
Pero antes tomaremos café y ensaimaditas en el bar de los pescadores,
donde compran la tita para carnada
y como cada amanecer
comparten espacio con los enamorados ingrávidos

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Miguel Cabeza