La piedra

23.04.2021 10:18

La piedra, sobre los apuntes de trabajo, mantenía un extraño equilibrio y no había forma de conseguir que alcanzara una apariencia estable; sin embargo, Ana se había empeñado en utilizarla de pisapapeles.

Le atraía esa piedra, realmente extraña. Aunque quizás no fuera exactamente una piedra. Tal vez se trataba de una masa de vidrio prensado, mezclada con alguna pasta de arenilla marrón oscuro. No resultaba hermosa, pero sí enigmática.

La había hallado en la playa del acantilado hacía ya dos meses, mientras paseaba con su hijita. En un momento de aquellos, llegando a la altura del peñón, Clarita se había girado hacia su madre y, señalando la piedra, le había dicho: ¡Mira mamá, la piedra que me habla!

Clarita le explicó a su madre que, por las noches, esa piedra se le aparecía en sueños y le decía: ¡cógeme! Ana no le dio más vueltas a aquella fantasía infantil y le preguntó “¿Y tú quieres que la coja?”. “Sí mamá, por favor -le había respondido la niña-. Creo que necesita ayuda”.

Cuando Ana recogió la piedra, tuvo la sensación de que algo benéfico la empapaba desde la mano. Pensó que sería el frío de su superficie. También le llamó la atención el peso de la piedra, pues no teniendo un volumen superior al de una pera, pesaría, sin embargo, un par de kilos.

Y las cosas empezaron a cambiar para bien desde ese día. Nada más volver a casa cargada con la extraña piedra, ya llegó la primera gran noticia: le habían dado el destino solicitado. Pronto tendrían que hacer las maletas…

La pena fue que Ana resolvió que la piedra era demasiado pesada para el viaje y el día de la partida la dejó en el jardín. A la mañana siguiente, en su nueva casa, Clarita le contó a su madre que la piedra le había dicho que mejor sería que volviera a recogerla.

Por supuesto que no le hizo caso.

Y así le fue…

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Miguel Cabeza