El plan B.

29.11.2009 12:41

 

Me levanto a media noche con la cabeza pesadísima. Algo me debió de sentar mal. Voy a la cocina dando tumbos, cojo una manzana y la mordisqueo. La devuelvo malherida a la nevera y retorno a la cama.

Apago el interruptor... y la luz se vuelve a encender. Vuelvo a apagar... y de inmediato se vuelve a encender. Ante tan extraño suceso creo que me debería acabar de despertar pero tengo demasiado sueño... Miro de reojo al interruptor y opto por desenroscar la bombilla. La luz se apaga, pero oigo como la bombilla se vuelve a enroscar y otra vez llega la luz. Y esta vez no llega sola; la radio se pone de marcha loca y suenan tres golpes fuertes en la puerta del armario. Llegados a este punto se me hace evidente que hay un espíritu zumbón en la habitación. Debería entrarme pánico... Pero no. Sigo teniendo demasiado sueño y elijo dormir como sea. Así que me limito a soltarle con voz suave y amistosa: “vete a la mierda, cabrón”.

Sin duda se enfada, porque le da por levantar la cama y lanzarme contra la pared. Pero yo también me estoy enfadando. Despabilado de golpe, me tiro contra la pared contraria y le suelto un puñetazo. Mala idea, me acabo de destrozar los nudillos y el rebote vibratorio me recorre todo el cuerpo.

Intento pensar rápido y se me ocurren dos opciones:

a)   Me suicido en plan urgente, voy a su mundo y le atizo.

b)   Le sigo el rollo y ya se cansará.

Opto por la segunda, pues valoro que cuando mañana llegue mi mujer preferirá echarme un puro si encuentra desorden o destroce que tener que recoger mis restos.

Cargado de estrategia, vuelvo al frente y… ¡Ay, la tele nueva de 40 pulgadas! ¡Tengo que correr a protegerla...! De nuevo mala idea, me leyó el pensamiento y fue más veloz... La tele ya se ha convertido en tecnoalfombra... Me como el cabreo y retomo la opción b), mejorada. La perrita me puede servir para ello. Me pongo a perseguirla por la casa con la radio a tope como si me hubiera vuelto loco. Me da mucha pena el susto que coge la chucha, pero sigo gritando con la radio y tirándole de la cola. Mientras corremos me doy cuenta de que tenemos tanta capacidad destructora como el espíritu, o más. Todo va estallando a nuestro paso, lámparas, jarrones, botellas...

Genial, ha funcionado. El espíritu ha comprendido que somos de la misma cuerda, que no le tengo miedo y que estoy dispuesto a destrozar lo que haga falta. Así que me deja en paz. Me lo confirma con mensaje al móvil: “Has ganado, me rindo”. Le doy a devolución de mensaje: “Y además de cabrón eres un cobarde”. Me arrepiento inmediatamente y espero a que me acabe de inflar... Pero no pasa nada... Parece que se ha ido definitivamente. Le envío otro mensaje “Vale, fue divertido. Amigos”

Pongo el colchón en el suelo, llamo a la perra, la inflo de besos y caricias y le secreteo: “Hoy dormimos juntos... Perdona lo de antes, sabes que te quiero infinito”. Me contesta con un aullidito tierno y nos dormimos en minutos.

Nos despertamos tarde, sobre las doce. Me siento muy descansado, genial... Miro el desorden y los destrozos y no me lo puedo creer... Pero qué le vamos a hacer. Empiezo a recoger y me acuerdo del cuadro que estaba pintando. Subo corriendo al estudio pensando: “No por favor, que no lo haya roto...” Y no sólo no lo ha roto sino que me lo ha acabado perfectamente, sacando lo mejor de mi estilo. Incluso ha tenido el detalle de dejarlo firmado con mi nombre. Seguro que por este cuadro me van a dar buena pasta.

 

 

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Miguel Cabeza