Microrrelatos del amanecer

  • 31.07.2021 20:23

    El alguien

      Le costó darse cuenta de que no se hallaba dentro de una foto. Lo primero que le hizo sospechar fue el centelleo del avión que transitaba lejano a través del nocturno cielo marino. Luego se percató  del fondo sonoro de grillos animosos; de la brisa que le acariciaba la base del cuello,...

  • 12.07.2021 12:25

    Rutina comunitaria

      En aquel tiempo, me cautivaba pasear al atardecer para contemplar sus cuerpos deshabitados, apaciblemente acostados a lo largo y ancho de la playa. Todos ellos pertenecían a los miembros de la comunidad de meditantes  que, durante  el rubor del ocaso, emergían desde sus adentros...

  • 05.07.2021 11:59

    Buscando el Norte

    Buscando el Norte, desde el Este, rutinariamente, desertaba hacia el Sur. Allí siempre le redescubría el Oeste compasivo que le devolvía a casa. Así giró y giró la noria del mundo, hasta el día en que su corazón cayó rendido bajo los puntos del horizonte. Sólo entonces cesaron las búsquedas...

  • 12.06.2021 18:16

    Por un pelo

    Se levantó sin ganas de nada. No quería ir a ninguna parte. No quiso ducharse, ni desayunar, ni afeitarse, ni vestirse, ni quitarse el pijama… Justo le dio tiempo e intención suficiente para volver a meterse en la cama tras beber un poco de agua. Cerró los ojos, percibió su propia respiración....

  • 10.06.2021 12:24

    El hombre de la pata de palo

    Me impactó ver a aquel hombre con la pata de palo. Increíble. Sabía de ellos por la literatura y el cine. Piratas, mendigos… Caminaba delante de mí; marchaba con decisión hacia alguna parte por la acera de una céntrica vía de la ciudad donde vivo. ¡“El hombre de la pata de palo”! ¡A estas alturas...

  • 04.06.2021 07:05

    Hacer pie

    Apenas ha cumplido los ocho años, pero ya es un gran nadador y, como cada día de verano, a las once de la mañana ya está a punto de meterse en el agua. Ve entonces desde el pequeño pantalán a su amigo Raúl, que ha perdido la cámara de rueda de camión que utilizaba como flotador y pide socorro...

  • 10.05.2021 06:55

    La puerta de las fantasías

    -No abráis más la puerta- les dijo su madre. Las dos hermanas se miraron. -¿Por qué, mamá?- Le respondieron a dúo-.  ¿Cómo podremos salir? La madre, silenciosa, cogió el cúter y, hundiendo la hoja metálica en un punto del cartón, trazó el gran marco de una nueva entrada; mucho más grande que...

  • 29.04.2021 18:12

    La piraña

    La piraña era una chica de reacciones rápidas. Rubia, pecosa y menuda. Ingenua, pero de lengua mordaz. Quizás de ahí el apodo, aunque lejos de resultar lo peligrosa que pudiera suponerse portando semejante mote, resultaba muy tierna… para los suyos. Sus amigos y su novio. Especialmente para él, era...

  • 28.04.2021 12:43

    Palabras de caza

    El escritor se situó, como cada amanecer, frente al folio en blanco y se dispuso a esperar con la mente atenta, el corazón al acecho y el estómago vacío; pues en instantes llegarían las palabras y él tendría que imponer orden. Y tal como esperaba, enseguida las vio llegar. Comparecieron en jauría...

  • 26.04.2021 06:39

    La tortilla francesa

    Durante toda la vida se le repitió aquel sueño. Debía de tener unos cuatros años cuando lo tuvo por primera vez, no pudo ser después, porque el sueño transcurría en su casa de Madrid y su familia se mudó a la Isla poco después de que él cumpliese los cinco. El largo pasillo encauzaba la enorme casa...

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Microrrelatos del amanecer

  • 21.04.2020 10:06

    Cuestión de dimensiones

     

    Me encantaba contemplar los fondos marinos de la cala y luego, al emerger, admirar el mundo exterior. El mundo de los espacios infinitos, el aire y la luz.

    Aquella mañana, las aguas se habían despertado turbias. Siempre sucedía lo mismo tras los días de mar de fondo. Aun así, pasé muchísimo tiempo con la cabeza por ahí abajo; husmeando cambios, sucesos, novedades, entre los pequeños visitantes. Pero, como siempre, lo que más me cautivó fueron los juegos de luces y sombras  bailando sobre la rocosa alfombra que se extendía, por la izquierda, hacia los bancales de arena y, por la derecha, hacia la inmensa pradera de posidonia.

    Al fin, cuando me noté un poco cansado y hambriento, busqué mi rincón favorito dispuesto a descansar y probar bocado. Me encanta especialmente ese lugar porque forma una especie de bañera natural que te permite reposar cómodamente, sin perder el frescor de la aguas. Fue en ese momento cuando la atmósfera cargada del día captó mi atención; una calima impresionante yacía sobre la superficie de la bahía y apenas permitía distinguir las siluetas del brazo terrestre que cerraba los límites de la visión. Sin duda era obra de la potentísima ola de calor que sufríamos.

    Por unos instantes me sentí invadido de felicidad. Era muy afortunado de no tener otra cosa que hacer que buscar siempre el goce inmediato de mis sentidos. Ahora, me tocaba disfrutar de aquel espectáculo y lo hice como más me gustaba: con la vista medio sumergida para plantarme gozoso ante ese mundo dividido en dos: La mitad aérea, tejida por una sinfonía de turquesas algodonados y la mitad marina atesorando azules ultramar y verdes esmeralda.

    Fue en ese momento de relajada paz cuando me pareció ver un puntito lejano sobre la superficie del mar.  Aunque la impresión óptica me llegaba desde tan lejos y tan difusa que me hacía dudar de si era realmente algo o no. Sin embargo, al cabo de unos minutos, yo seguía allí, en el mismo sitio, y ya no tuve dudas: sí era algo. Se trataba de una persona. Un nadador.

    Me asombró muchísimo que pudiera llegar nadando desde tan lejos, sin parar. Su ritmo era potentísimo, debía ser un atleta muy preparado. Ya no pude apartar mis ojos de él, pues jamás había visto nada igual, hasta que alcanzó el umbral de la pequeña cala. Entonces pude apreciar mejor; su bañador tenía dos piezas. Así que no se trataba de un él, sino de una ella. Y esa ella era realmente enorme.

    Al poco, me sorprendí de nuevo al comprobar como, sin dejar de nadar un solo instante, no se dirigía hacia la playa sino hacia las rocas; justo hacia el lugar desde el que yo la contemplaba. Justo hacia mí… Y la palabra enorme se le quedaba corta, era gigantesca. Yo creo que le debía sacar dos cabezas a las mujeres de esta región.

    Finalmente llegó ante unas viejas y oxidadas escaleras, trepó por ellas y de inmediato, al ponerse de pie, extendió los musculosos brazos y se puso a realizar diferentes estiramientos. No pareció reparar en mi presencia y eso me tranquilizó. Así que seguí contemplando absorto como aquellas enormes extremidades exploraban dinámicas las diferentes posibilidades que el gigantesco cuerpo permitía.

    Sin embargo, inesperadamente, se flexionó hacia delante hasta que las puntitas castañas de su corta melena rozaron el suelo. Entonces su vista y la mía inevitablemente se cruzaron...

    El susto que me llevé fue inmenso. Se irguió rápidamente  para enseguida ponerse de cuclillas e intentar cogerme con aquellas manazas… Menos mal que soy un tipo de reflejos rápidos  y alcancé a meterme a toda velocidad en el agujero más cercano… Creo que fueron los nerviosos aspavientos de mis fuertes pinzas las que la disuadieron de continuar en su intento… Aunque, si lo pienso, no creo que tuviera malas intenciones ¡Había tanta ternura en su mirada!

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Miguel Cabeza