La muerte del grillo cautivo

29.11.2009 21:10

La vi pasar a toda velocidad; pequeña y granate, tirando a negruzca, y grité para que Lili me oyera: ¡Corre, corre; una cucaracha! Cuando ella la vio, me dijo tranquila y dispuesta a no variar su orden interna de irse a la cama: No es una cucaracha, sólo es un grillo.

-Ah, bueno. Si sólo es un grillo... -Le respondí, más tranquilo.

Entonces cerré la habitación y pensé "bueno ya mañana lo dejaré salir". Me tumbé en mi sillón favorito y abrí un libro dispuesto a olvidarme temporalmente del bichejo... Cosa que no conseguí inmediatamente, puesto que no podía evitar la pregunta: ¿Y si le da por cantar toda la noche dentro de casa? Ya te pasó una vez… ¡Vaya rollo! Sin embargo, el grillo no cantó, ni se grilló. La noche fue clara, sónicamente pacífica y las estrellas se lucieron altivas, dignas, distantes y preclaras. Así como son. Así como fueron. Así como serán.

Al día siguiente, nada más despertarme, fui, inmediatamente,  a abrirle puerta y ventanas al huésped. "Por fuerza tiene que salir- me dije-. No quiero que se me muera aquí. Vaya responsabilidad".

Y en la tarde del mismo día... Es decir, exactamente hace cuatro o cinco horas, Lili, que siempre intuye mis preocupaciones, me ha venido a informar toda sonriente: “¡Lo he visto correr feliz hacia el patio, no tienes de qué preocuparte!”. Así que he vuelto a cerrar las ventanas y la puerta de su habitación, considerando: "Grillo salvado, capítulo acabado".

Podría parecer que el grillo estuvo preso y fue liberado. Sin más. Que ya todo pasó y punto. Pero durante su estancia en presidio han sucedido cosas... A mí, por ejemplo, me ha dado para mucho este fragmento de las vacaciones (veinticuatro horas, de noche a noche). Durante este breve periodo temporal, he podido: dormir, ir a hacer la compra, subir a Palma y comprarme el miniordenador con el que escribo, llevar a la perra al veterinario, tomarme con Lili un par de cervecitas en un pub de quinceañeros, llamar a mi prima Nieves, leerme una revista de informática, cambiar los requisitos  de inicio del ordenador de mesa para que se despierte con más celeridad, tomar un pizza Livianesse, llamar a mi madre, ver mi culebrón favorito, contemplar el atardecer más bello de mi vida no dejando de evocar lo espléndido que puede ser el crepúsculo de una persona, ir a recoger a la calle la persiana que el viento ha hecho volar (por suerte sin perjuicio para nadie), dar un breve paseo con Lili y la perra, enterarme de que Barak Obama está teniendo una gira exitosa...

Realmente, está claro que en el tiempo en que un grillo está encerrado pueden pasarle muchas cosas a una persona... (y no quiero pensar ahora en nada malo).

Aunque mi perra, que no es persona, en este tiempo también ha desplegado potencialidades vitales. De hecho, ha devorado su comida, se ha dejado arrastrar al veterinario, ha dormido un montón de horas, nos ha implorado con la mirada que la saquemos a pasear y lo ha conseguido, se ha cargado una bolsa de basura al estilo canino de este pueblo de mar, ha ladrado a la gente, nos ha observado largamente desde su colchón nuevo, ha eliminado agentes patógenos mediante secreciones y excreciones tanto en el patio de casa como en la vía pública, nos ha brindado apoyo afectivo mediante numerosas pruebas de afecto ganándose sus correspondientes galletitas...

Bueno… Y las cosas que Lili ha hecho mientras el grillo estaba encerrado ya ni las cuento. Sólo para describir las relaciones y comunicaciones mantenidas a través de su móvil necesitaría un par de relatos de extensión reveladora...

Se me ocurre pensar ahora, por más pensar, que si me planteo también las cosas que pueden haberle ocurrido en este mismo periodo de tiempo a todos los seres vivientes con los que me he cruzado, incluidos los no detectables por causa de su menguado volumen, este objetivo o conocimiento resultaría absolutamente inlograble, dadas las limitadas capacidades de un humano para este tipo de intentonas. Y ya ni que decir se tiene sobre aquellos seres con los que “no” me he cruzado en las últimas veinticuatro horas, ni mucho menos de los propios de otros mundos.

Más, por otra parte, si a esta hipotética intentona, humanamente inabordable como ya se ha puesto de manifiesto, le sumamos todo aquello por lo que ha sido afectado cualquier elemento  perteneciente al reino de lo no viviente… Bueno,  entonces, apaga y vámonos ¿Quién podría realizar semejante cómputo? Ni siquiera parece tarea lograble por un no humano.

Entonces, sin cómputo total absoluto posible, me toca asumir que conforme al limitado control ejercible sobre mi experiencia vital correspondiente a las últimas veinticuatro horas, entre lo poco que podría asegurar estaría el hecho de que el grillo estuvo preso veinticuatro horas y luego fue liberado. Sin más complicaciones, cábalas, suposiciones o intentonas ambiciosas. Que ya todo pasó y punto. Por tanto, sería éste el momento de exclamar: ¡“qué suerte que el grillo ha sido liberado”! Sin embargo, demasiadas veces es dolorosa la verdad que sucede a la alegre creencia. Veamos.

Es cierto que hasta tan solo hace unos minutos yo esperaba poder celebrar la liberación del grillo cautivo. Sin embargo, lo que he podido constatar con sobresalto ha sido muy diferente:  Lili trasladaba su cuerpecito en el inmenso columpio de una pala de recoger... ¡Dios mío! ¡Qué desastre! ¿Por qué? ¿Por qué no fue cierto lo que ella me había anunciado previamente?: la inducida autoliberación del pequeño grillo y su posterior huida al patio. No tendría yo entonces que estar ahora sufriendo, buscando responsabilidades y realizándome preguntas tales como: ¿Por qué lo encerré? ¿Por qué penalicé de esta terrible manera su incontenible amor al canto? ¿Qué llevó a Lili a facilitarme la incorrecta información?

Y no encontrando esas respuestas que con su  luz pudiesen paliar el dolor de todo este drama, con claridad de lo único que  puedo finalmente informar es de que su muerte, la del pequeño grillo, claro está, se ha producido poco antes de las doce de la noche, en el interior de una habitación que fue cerrada por humano indocto e insensible, aproximadamente a la misma hora del día de ayer.

Y certificar, igualmente, que mientras un grillo fenece cautivo, en este universo pueden pasar infinitas cosas, no registrables...

Post data: Cae anónima la hoja del ficus, averigua la brisa las cicatrices de mi espalda desnuda mientras triunfa una fantástica coral grillesca sobre el fondo sonoro de la lavadora nocturna y de los aullidos tristes de un chucho solitario.

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Miguel Cabeza